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Apenas llega el mes de agosto y los campos de los estados de Puebla, Tlaxcala, Morelos, Oaxaca, Hidalgo, entre otros, comienzan a llenarse de un color anaranjado muy característico que anuncia la llegada de una de las tradiciones más representativas de México: Día de Muertos.

Esta flor con más de tres mil años de domesticación crece en épocas de lluvias, produciéndose más de 15 mil toneladas al año y siendo cosechada en más de 2,000 hectáreas en al menos 20 estados del país, generando hasta 300 millones de dólares en los 15 días aproximados que dura su venta para las festividades. Además de su uso ornamental en estas fechas, esta flor autóctona de México y de América Central también es utilizada en la medicina tradicional de algunas regiones gracias a sus propiedades antibacterianas y antioxidantes. Es usada para tratar enfermedades digestivas, oculares y respiratorias, así como en pigmento alimentario en aves y huevos. 

 

Su nombre viene del náhuatl Cempoal-Xóchitl cuyo significado es “flor de veinte pétalos” y se dice que era consagrada a la diosa mexica Xochiquetzal, deidad de la belleza, las flores y el amor. Desde épocas prehispánicas se encontraban presentes en ofrendas, entierros y ceremonias, originándose su uso ritual en la localidad de Malinalco, Estado de México. Se dice que los habitantes de este lugar comenzaron a incluirlas en sus altares ya que se tenía la creencia que entre sus pétalos se guardaba el colorido y el calor del sol. Incluso, los mexicas empolvaban la cara de sus prisioneros con esta flor para que éstos no sintieran la muerte.

 

Actualmente, la tradición de la flor de Cempasúchil se encuentra vigente gracias a que el 1 y 2 de noviembre los cementerios se ven adornados de sus ramilletes con la finalidad de guiar las almas de los difuntos de regreso, de ahí se le conoce también como “flor de muerto”. Habitualmente se utilizan sus pétalos para marcar el suelo e indicar el camino que las almas tienen que seguir, guiados también por su maravilloso colorido y olor. Desde la madrugada del primero de noviembre, las tumbas son cuidadosamente arregladas para comenzar a recibir a los familiares y amigos que ya partieron, esperando con ilusión su visita y recordando su memoria. 

 

La flor de Cempasúchil es un elemento icónico de una de nuestras tradiciones con más identidad dentro del país, teniendo un lugar indispensable desde en la ofrenda más modesta hasta en la más grande. Sus colores representan el puente perfecto entre nuestro mundo y los que ya no están, dando la esperanza de guiar a nuestros seres queridos de regreso a casa un a vez más. Por generaciones ha sido un producto de gran valor tanto simbólico como alimentario y medicinal, tratándose sin duda de una flor que llena de vida el Día de Muertos.