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México es colorido, es magia, es tradición y claro, es surrealista. Pocas cosas representan tan bien los últimos atributos de nuestro país como las esas figuras tan particulares que conocemos como alebrijes.

Esta artesanía mexicana hecha con la técnica de la cartonería son una mezcla de elementos fisonómicos de diversos animales, es decir, aquellos atributos físicos que caracterizan la apariencia de algo y que sobresalen en el exterior. Puede ser una combinación de animales tanto reales como imaginarios a los cuales se les adorna con pintura de colores vívidos, dando como resultado una criatura vibrante y nunca antes vista.

Se dice que el origen de su elaboración viene desde 1936, cuando un artesano cartonero originario de la Ciudad de México, Pedro Linares López, tuvo un sueño en el cual se le revelaban estos extraños  personajes.  En su sueño, distinguió animales como gallos con cuernos de toro, un león con cabeza de perro y un burro con alas, afirmando incluso que estas raras especies también le gritaban el nombre de “alebrijes”. Al despertar de ese mundo fantástico, Don Pedro deseaba que todas las personas conocieran a los alebrijes y así comenzó la creación de estas singulares figuras.

Este artesano de La Merced aprovechó su habilidad y mostró sus creaciones en todo México, captando la atención de artistas como Frida Kahlo y Diego Rivera. Posteriormente, su obra fue conocida en Estados Unidos y Europa gracias a un documental que  la cineasta Judith Bronowski realizó en 1975.  En 1990, Don Pedro Linares recibió el Premio Nacional de las Ciencias y las Artes y desde 2007, el museo de Arte Popular organiza el conocido desfile de alebrijes monumentales.

Debido a la fascinación que la cineasta despertó por estas figuras oníricas, en 1980 se organizó en Oaxaca un taller donde se mostraba la obra de Linares. En dicho taller, participó el tallador y escultor Manuel Jiménez Ramírez, quien adaptó la técnica original y la perfeccionó con el tradicional tallado en madera de copal, técnica presente desde el arte zapoteca del periodo prehispánico. A través de las décadas, el alebrije se llegó a convertir en la base de la economía de los poblados de  San Martín Tilcajete y San Antonio Arrazola, donde familias enteras se dedican a su creación y comercialización, representando con el tiempo un sello distintivo del Estado de Oaxaca y el sostén de cientos de familias. En octubre de este año, el alebrije fue declarado como Patrimonio Cultural de la Ciudad de México y la ceremonia estuvo a cargo de el nieto de su creador original.

Debemos de recordar que al tratarse de una artesanía, su valor se encuentra en que estamos ante una pieza original e irrepetible, además del enorme valor que implica el tiempo, la tradición y dedicación para hacer cada pieza. Estos seres híbridos conjugan la imaginación con la realidad,  siendo desde una aparición en un sueño, a la popular creación de un humilde artesano del La Merced, para finalmente ser considerados Patrimonio Cultural y una de las artesanías por excelencia de todo el país con reconocimiento a nivel mundial. Sin duda, desde sus inicios el alebrije ha formado parte de los escenarios más mágicos dentro de nuestro arte mexicano.